Evita el riesgo de depresión posterior a la cirugía estética
Recuperar la confianza, reforzar la autoestima o mejorar el respeto hacia uno mismo. La cirugía estética se ha convertido en los últimos años en una de las principales bazas para alcanzar la plena satisfacción personal a través del cambio. Una meta en la que el debate por la autoaceptación jamás tendría sentido si en ella no se vieran reflejadas marcadas pautas por atrapar el canon de belleza o la perfección física.
Cada vez son más los pacientes que depositan en la cirugía plástica toda su convicción, en aras de solventar problemas estéticos que echan raíces en lugares de la psique mucho más complejos y profundos. De ahí que en demasiadas ocasiones, debido a los riesgos y a las complicaciones de someterse a este tipo de intervenciones, los resultados obtenidos no sean siempre los más esperados.
Ya en 2009, como revela la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE), el aumento de mamas se había convertido en la operación estética más demandada por las jóvenes menores de 30 años. Una tendencia a la magnitud y al volumen que, no siendo en ningún caso criticable, podía esconder en su interior los primeros indicios de una baja autoestima.
Asumir el riesgo de pasar por quirófano no tiene por qué verse siempre traducido en un resultado satisfactorio para la paciente. Un aspecto que, desprovisto de control médico, puede poner en peligro el proclive carácter depresivo que presentan algunas mujeres antes y después de apostar por la cirugía. Informarse adecuadamente sobre el tipo de operación y reflexionar sobre el futuro cambio corporal son sólo algunas de las pautas que deberían tomarse para prevenir los riesgos psicológicos y físicos de someterse a una operación estética.
Baja autoestima, motivo latente de operación
Una persona sana, emocionalmente estable y capaz de comprender los resultados que pueden obtenerse tras la intervención. Estas aptitudes forman parte de las características que configuran la idoneidad del paciente a la hora de pasar por quirófano. Así lo determina la SECPRE como modelo de conducta médica responsable, más que necesaria para evitar el riesgo de que el individuo desarrolle comportamientos depresivos posteriores a la cirugía.
Como ocurre en ocasiones con la práctica de la mamoplastia, muchas pacientes se acogen a esta técnica quirúrgica para acabar de raíz con problemas derivados de la no aceptación de su físico. Aunque la necesidad de modificar alguna de las partes de su cuerpo no tiene por qué estar siempre reñida con la posibilidad de reinventarse.
En muchas ocasiones, unos pechos más voluminosos y turgentes pueden convertirse en una opción más que respetable para alcanzar la seguridad y la positividad en una misma. No obstante, como bien indica el doctor Amilcar Alzaga, “una parte significativa de las pacientes que recurren a cirugía estética sostienen en su expediente una baja autoestima".
Recién finalizada su residencia como cirujano en el Hospital de Terrassa, la experiencia obtenida en el ámbito de la implantación de prótesis mamarias empuja su discurso hacia el realismo. “La cirugía en general mejora la autoestima", apunta Amilcar, “pero desde luego no es la panacea". Identificar y determinar rasgos psicológicos críticos antes de la operación es más que necesario, ya que puede ayudar al especialista a enfocar el verdadero problema del paciente.
Culpabilidad e insatisfacción, el origen de la depresión postquirúrgica
“Me operé con 24 años de un aumento de mamas, simplemente porque me apetecía verme mejor. No tenía mucho complejo, pero sí quería tener más pecho y sentirme mejor conmigo misma".
Reconstruyendo uno de los capítulos más complejos de su vida, Bárbara López relata con firmeza su negativa experiencia en quirófano. Acudió a la cirugía estética para mejorar su aspecto físico, pero las complicaciones derivadas de la intervención y el mal resultado que obtuvo tras la primera mamoplastia la empujaron a pasar por la sala de quirófano en dos ocasiones más. Tres años después de este perplejo episodio y superada su depresión post quirúrgica, a día de hoy puede decir que está “plenamente recuperada".
Varias hemorragias extendidas por el pecho y por el brazo derecho se convirtieron en las detonantes de su segunda intervención. Tras el proceso, la cicatriz se hizo más considerable y la areola se ensanchó, provocando que este pezón fuera más grande que el del pecho izquierdo. Después de ser intervenida por tercera vez, obteniendo resultados cada vez más indeseados, cayó en una profunda depresión. “Me arrepentía de haberme operado. Me obsesioné con mi pecho hasta el punto de sentir asco al mirarme o tocarme. Al ducharme no podía evitar llorar."
Detrás de esta ardua confesión, Bárbara admite que en numerosas ocasiones se ha llegado a cuestionar por qué decidió incrementar el tamaño de su pecho o por qué nadie la asesoró con adecuación si, a día de hoy, considera que el aumento no le hacía falta. Una determinación que, con ciertas trazas de autoculpabilidad, destapa los más de dos años que ha tardado en encarrilar con objetividad su problema.
“Al menos en mi caso, los médicos tampoco estaban preparados para afrontar la situación. Me advirtieron de los riesgos de la operación, pero una vez acabado el trabajo su mejor respuesta fue que había casos peores que los míos", relata Bárbara. “Ni siquiera contaban con un psicólogo en su equipo".
Información y asesoramiento, las claves de la buena praxis
Con 23 años de edad, Mercedes Márquez, Enfermera del equipo de Urgencias en el Hospital de Terrassa, decidió someterse a una operación de cirugía estética para aumentar la talla de su pecho. No padecía ningún tipo de complejo o malestar físico inicial del que pudieran evidenciarse síntomas de baja autoestima, aunque sí denotaba en ella la necesidad de someterse a un cambio acorde con su altura y con su complexión corporal. Tras una intervención satisfactoria y sin complicaciones, en la actualidad confiesa estar “muy satisfecha con el resultado".
“Me enseñaron fotos anónimas de mujeres operadas con el antes y el después de las prótesis mamarias. Me explicaron qué método quirúrgico era el más conveniente para el tipo de mama y de constitución que tenía y cuáles podían ser los riesgos de pasar por quirófano. Pero sobretodo me remarcaron que la operación sólo servía para aumentar el tamaño de la mama y que, en ningún modo, podía corregir pechos o pezones asimétricos", explica Mercedes.
Como remarca la enfermera, dada la doble vinculación profesional y personal que mantiene con la temática, recibir la información y el asesoramiento adecuado antes de someterse a cualquier tipo de intervención estética es fundamental. Y es que en muchos casos, debido a la complejidad de este tipo de intervenciones, las pacientes “van a operarse porque están acomplejadas y cuando se encuentran con un resultado poco natural o un pecho demasiado artificial o desproporcionado puede ponerse en peligro su naturaleza anímica", argumenta Mercedes.
Evaluar el estado psíquico, una medida de prevención
En el caso particular de Bárbara, ni la situación emocional ni el aspecto psicológico constituyeron parte activa de los temas a tratar antes de la operación. Bajo el juicio de Mercedes todo un error, que podría mitigarse si el equipo médico estuviera configurado por personal capacitado para “conocer más a la persona e identificar mejor la dificultad".
En la actualidad, cada vez existen más clínicas de estética que incorporan en sus organigramas a especialistas destinados a convertir la belleza en un signo de bienestar tanto exterior como interior. En un mano a mano con el equipo de cirujanos, nutricionistas, dietistas, dermatólogos y psicólogos, entre otros, ayudan a reforzar el equilibrio interno del paciente, convirtiendo el resultado final de la operación en un éxito basado en el buen diagnóstico.
De ahí la importancia de seleccionar centros médicos que transmitan fiabilidad, transparencia y empatía hacia sus pacientes, convirtiendo la praxis habitual en un proceso que permita evaluar satisfactoriamente la situación emocional del individuo. Como bien indica Mercedes, “no sentirse a gusto con uno mismo es un problema grave. La depresión va más allá de tener o no un pecho bonito". Y en ese lugar, menos perceptible pero no por ello más trivial o secundario, debe encontrar su fruto la cirugía estética.